fernando sanz félez

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Introduction Qué puedo contar sobre mi que esté relacionado con el Blog. Porque no os voy a contar cómo se llamaba mi primer amor, ni os voy a contar cómo se llamaba la chica con la que me eché el primer baile "agarrao". Así que, relacionado con la escritura, con el blog, os contaré que soy funcionario porque quería ser escritor. ¿Ser escritor y funcionario? Sí, ser funcionario o cómo tejer una buena red que facilite dar un triple salto mortal con tu vida. Me explicaré: la administración pública es casi el único sitio en el que los trabajadores tienen derecho a disfrutar una excedencia sin salario. Y más en estos momentos. Si te sale mal la jugada se regresa a la rutina laboral y, allá paz y a Dios gloria (aunque en este caso debería escribirse más propiamente, adiós gloria). Con esa idea afronté las oposiciones y con esa idea tomé posesión en Baleares. Bueno, con esa idea y con la idea de que allí nadie iba a vivir de mi trabajo en forma de apropiación de plusvalías y si las había serían para beneficio colectivo. Servicio público.
Interests Después, una vez realizada la jornada laboral, me compré un cuaderno con tapas gruesas, me senté en un mesa con un bolígrafo rotulador azul, y me eché a dormir una siesta literaria que duró diez años. Cuando desperté, ya en Madrid, me apunté a un taller literario. La persona que lo dirigía me dijo al poco de entrar que “cuando uno se cree y se ve como escritor ya es, en parte, un escritor”. Salí corriendo de allí. Busqué otro sitio en el que formarme y desarrollar mi creatividad. Esta vez sí encontré algo merecedor del calificativo de taller. Allí aprendí básicamente que a escribir se puede aprender. Que, como todo arte, tiene su aprendizaje y sí, alguien puede dirigir, sacar, reforzar y criticar tus habilidades. Lo que no se puede criticar artísticamente es el contenido. Porque, y esto es importante, todo el mundo puede escribir, todo el mundo tiene algo que contar, pero que no todo el mundo lo cuenta igual. Luego, si se tienen los conocimientos, es cuestión de elegir la forma que mejor le convenga al relato y más convenza al autor. Así, después de hacer aquel curso, me senté en el camino y, por un divorcio, una recomposición personal y un casi renacer, estuve solo durante cinco años mirando la autopista desde el puente. De vez en cuando tiré algún escupitajo a los coches que pasaban. Pero, en definitiva, a nadie molesté. Algunas personas se pararon y se sentaron un rato a mi lado.
Favorite Movies Después se levantaron y se alejaron lentamente sin volver la cabeza. Otras simplemente me miraron un momento, se encogieron de hombros y siguieron su camino. Hubo quienes, con gran alegría, me reconocieron de tiempos pasados y en un abrazo prometimos que no nos olvidaríamos jamás. Pero una se detuvo, me miró y se sentó. Entonces recordé porqué era funcionario. Pedí una excedencia de tres meses y me senté con aquel cuaderno en blanco. Y escribí, escribí y escribí. Con rabia, furor y emoción. Y al final, en ese breve plazo, terminé mi novela. «Las calles del perro cojo». La presenté al concurso “Premio Manzanares de novela” apenas una semana después de dar por zanjada la historieta. En el fallo del premio la incluyeron entre una de las 7 novelas finalistas de las 186 presentadas. Pero pronto me di cuenta de que había problemas. Cierto es que mi madre decía que era una obra de arte. Pero los amigos y algún primo que lo intentó no pudieron con ella. Casi todos callaron por un erróneo sentido del pudor, supongo. Sólo mi primo Ricardo y mi gran amigo Nacho me lo dijeron a las claras: “chaval, es infumable”. Y sin embargo tenía el aval de haber llegado a una final de un premio literario. Gracias a alguna entrevista radiofónica en la que escuché a importantes autores contar cómo hacían su trabajo comprendí que debía reescribirla y quitar, quitar, quitar… faltaba pasar el cepillo del carpintero y la lija del siete. Total, le rebajé cincuenta páginas y reescribí capítulos enteros. Así, varios años después de terminada, le di el carpetazo final. La mandé a una agencia literaria hispano italiana en Milán, Agencia Literaria Silvia Meucci, y lo aceptaron. Y allí está, en el limbo de las infinitas novelas pendientes de publicación, a la espera de nacer, si es que lo consigue. En cualquier caso, mientras tanto, aquella mujer que me miró y se sentó junto a mí en el puente de la autopista, se acomodó a mi lado. Y aún está aquí.
Favorite Music Poco después fuimos tres.